domingo, 18 de agosto de 2013

Al llover

Al llover caigo, al llover impacto en la tierra
Al llover olvido mi origen, al llover me disuelvo
Cuantas voces cantan en las tempestuosas danzas del unísono llover,
cuanta pureza se busca al limpiar la escena donde comienza la llovizna,
se convierte en granizo, donde el granizo se convierte en llovizna.
Pues al llover veo, al llover observo,
es al llover el canto eterno que abruma el océano de mi Ser,
porque desde lo más alto no hay cálculo en lo profundo y
en donde lo profundo no calcula cuan alto lleva el calor del Sol.
La marea densa que recorre los puertos abandonados,
la marea tierna en gritar sobre las piedras firmes y rasantes,
la lluvia cae con belleza sobre los frutos de lo profundo;
porque asciendo con cautela, lento, y poco a poco me desintegro y te acepto,
si, te acepto con alegría, con el deseo de conquistar los cielos,
con el deseo de volver a viajar y bailar por el firmamento
veloz y tranquilo, denso y apresurado.
Luego de caer, al levantarse no cualquiera observa como se escala al son del vapor,
transparente, honesto como al contemplar lo que contiene una copa con agua
puro de vida, puro de dominio, puro de aceptación.
Como querer seguir viviendo el llover,
Como no querer llegar al profundo
¿Es tanto mi deseo que se impregna de sufrimiento? ¿Es tanto mi deseo de expansión?
Así entonces te dejo entrar sufrimiento lleno de fibra,
tú que gritas a los oídos de mi espíritu, tú, eterno insaciable
no te disfraces de pesadez, porque conocí muy bien aquella máscara,
detrás de ella no se encuentra el miedo sino el valor,
el valor de las lágrimas que nacen del profundo océano y que caen del firmamento.
Al llover no recordaré tan solo la caída, recordaré el ciclo,
recordaré el hambre de conquistarlo y gritaré de inocencia por aquel firmamento,
en compañía de constelaciones que no son más que mis pensamientos,
en que cada vez que se convierten en pensamientos
cada sentimiento que logró crecer, cada uno logró volar.
Seré una nube intrépida incubando el siguiente llover,
ya que mi deseo no calma y volverá por más,
y a ti sufrimiento te sonrío con ternura, porque a ti también te deseo
y lo hago para enfrentarte, para vencerte y brincar sobre tu cabeza,
aún así en el abismo de ese brinco se encuentra la estaca que punza el palpitar,
el paso más difícil; el paso de la voluntad.
Ahora mientras llueve converso contigo amado océano,
te converso pero estoy en entender que no llega la palabra para hacerlo, pues no quiero.
Y en aquel instante de debilidad me susurras con tu voz firme y clara,
tu espíritu bestial y ligero que me alimenta; me dice:
“anda y caza la brisa que te limita el vuelo, únete a ella para que los diversos vientos
te conduzcan hacia donde otro no llegará, transfórmate en tu presa y cómete,
te nutrirá, saborea la sangre y notarás como te hace más viril e inalcanzable,
desconocerás el flaqueo,  pues al observar el llover no hay duda alguna
que lo detenga, sino afirmación, afirmación de quien soy, afirmación de Ser.