Al llover caigo, al llover impacto en la tierra
Al llover olvido mi origen, al llover me disuelvo
Cuantas voces cantan en las tempestuosas danzas del unísono
llover,
cuanta pureza se busca al limpiar la escena donde comienza
la llovizna,
se convierte en granizo, donde el granizo se convierte en
llovizna.
Pues al llover veo, al llover observo,
es al llover el canto eterno que abruma el océano de mi Ser,
porque desde lo más alto no hay cálculo en lo profundo y
en donde lo profundo no calcula cuan alto lleva el calor del
Sol.
La marea densa que recorre los puertos abandonados,
la marea tierna en gritar sobre las piedras firmes y
rasantes,
la lluvia cae con belleza sobre los frutos de lo profundo;
porque asciendo con cautela, lento, y poco a poco me
desintegro y te acepto,
si, te acepto con alegría, con el deseo de conquistar los
cielos,
con el deseo de volver a viajar y bailar por el firmamento
veloz y tranquilo, denso y apresurado.
Luego de caer, al levantarse no cualquiera observa como se
escala al son del vapor,
transparente, honesto como al contemplar lo que contiene una
copa con agua
puro de vida, puro de dominio, puro de aceptación.
Como querer seguir viviendo el llover,
Como no querer llegar al profundo
¿Es tanto mi deseo que se impregna de sufrimiento? ¿Es tanto
mi deseo de expansión?
Así entonces te dejo entrar sufrimiento lleno de fibra,
tú que gritas a los oídos de mi espíritu, tú, eterno
insaciable
no te disfraces de pesadez, porque conocí muy bien aquella
máscara,
detrás de ella no se encuentra el miedo sino el valor,
el valor de las lágrimas que nacen del profundo océano y que
caen del firmamento.
Al llover no recordaré tan solo la caída, recordaré el
ciclo,
recordaré el hambre de conquistarlo y gritaré de inocencia
por aquel firmamento,
en compañía de constelaciones que no son más que mis
pensamientos,
en que cada vez que se convierten en pensamientos
cada sentimiento que logró crecer, cada uno logró
volar.
Seré una nube intrépida incubando el siguiente llover,
ya que mi deseo no calma y volverá por más,
y a ti sufrimiento te sonrío con ternura, porque a ti
también te deseo
y lo hago para enfrentarte, para vencerte y brincar sobre tu
cabeza,
aún así en el abismo de ese brinco se encuentra la estaca
que punza el palpitar,
el paso más difícil; el paso de la voluntad.
Ahora mientras llueve converso contigo amado océano,
te converso pero estoy en entender que no llega la palabra
para hacerlo, pues no quiero.
Y en aquel instante de debilidad me susurras con tu voz
firme y clara,
tu espíritu bestial y ligero que me alimenta; me dice:
“anda y caza la brisa que te limita el vuelo, únete a ella para
que los diversos vientos
te conduzcan hacia donde otro no llegará, transfórmate en tu
presa y cómete,
te nutrirá, saborea la sangre y notarás como te hace más
viril e inalcanzable,
desconocerás el flaqueo,
pues al observar el llover no hay duda alguna
que lo detenga, sino afirmación, afirmación de quien soy,
afirmación de Ser.